Gutiérrez apuraba sin descanso la tarea que le acababan de encargar a última hora, justo cuando faltaba una hora para irse para casa. Tenía el trabajo que siempre había soñado pero llevaba un tiempo desilusionado y atemorizado ante una presencia que sentía todas las mañanas en su oficina. Un frío en la nuca, una sombra gigante que se reflejaba en las caras de angustia de sus compañeros. Un ente que siempre estaba presente pero al que nunca veían. Gutiérrez se acuesta pensando en su trabajo y se levanta con muy pocas ganas de ir al trabajo. Verdaderamente terrorífico.
Seguro que no os extrañaría nada descubrir que la eficiencia de Gutiérrez deja mucho que desear. Tiene motivos, ¿verdad?
Cuando la productividad comienza a caer en picado no siempre logramos saber por qué. ¿Es un problema de gestión del tiempo? ¿Procrastinación? ¿No estar a la altura de las tareas?
Todos tenemos miedos autoinducidos respecto a nuestro puesto de trabajo, quizá por perfeccionismo o por falta de confianza en nosotros mismos. Pero los que de verdad afectan a nuestra productividad son aquellos que no dependen solo de nosotros.
¿Cuáles son esas cosas que asustan a los empleados?
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No aprender: seniors, millennials, baby boomers o de la generación X, todos queremos crecer. La formación continua es imprescindible para poder abarcar nuevas tareas, desenvolvernos mejor en las de siempre y sentirnos útiles.
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Mala relación con los compañeros: un empleado distraído e irritable mostrará falta de interés en el trabajo. Es inevitable que determinados asuntos personales interfieran en nuestro trabajo, hay momentos en que es complicado manejar las malas relaciones pero no debe darnos miedo comunicarlo y buscar una solución para mejorar el ambiente.
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Estancarse: el hecho de no retroceder pero tampoco avanzar se puede convertir en un muro inmenso para nuestra motivación y nuestras ambiciones.
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Ausencia de inteligencia emocional: una plantilla sin inteligencia emocional es un caos. La inteligencia emocional no debemos confundirla con ciertos rasgos de personalidad como ser agradable, optimista o tranquilo. Identificar y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás es fundamental. Las personas con alta inteligencia emocional pueden resolver una variedad de problemas relacionados con las emociones con precisión y rapidez.
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Falta de comunicación: La falta de comunicación en el lugar de trabajo puede conducir a malas relaciones entre empleados y un ambiente de trabajo hostil, en general, que hace que los trabajadores ineficientes. Esto, por supuesto, se contagia a los clientes.
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Feedback exclusivamente negativo: recibir feedback es lo mejor que nos puede pasar para ser mejores en nuestro trabajo pero, ¿qué pasa si nuestros superiores solo se dirigen a nosotros para destacar nuestros errores?
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No delegar: los jefes sin miedo son aquellos capaces de delegar. Los super jefes viven para aprender e inventar, empujan a la organización a la innovación constante y permiten que los empleados trabajen de forma independiente.
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Cuando hay jefes, no líderes: así como los empleados quieren absorber todos los conocimientos posibles, un buen líder debe aceptar poder aprender de su plantilla. Los empleados esperan que sus líderes les proporcionen una dirección o un foco hacia el que orientar su trabajo. Si la gente en el timón tiene la capacidad de liderazgo pobre, la posibilidad de tener una mala comunicación es alta. Líderes incompetentes exhiben indecisión o exceso de control y no logran inspirar confianza en sus subordinados, a veces también caen en el error de no tratar por igual a las personas de su equipo y, prácticamente siempre, suelen carecer de una buena comunicación con sus empleados. También pueden ser incapaces de responder a las preguntas planteadas por los empleados, dejando a los subordinados en la oscuridad acerca de qué hacer.
La vida de Gutiérrez puede resultar muy atractiva un día como hoy en el que celebramos Halloween con disfraces, caramelos y jugando con el morbo que da el miedo. Pero el resto de días del año hay muchos Gutiérrez, Fernández, Pérez… a los que les atormenta realmente el hecho de tener que ir al trabajo y encontrarse malas caras, una bronca nueva del jefe o volver a acabar la jornada laboral sin la oportunidad de ascenso.
Son problemas muy frecuentes que afortunadamente tienen solución cuando una empresa se preocupa de fomentar un buen entorno laboral, tiene una cultura basada en valores (y es cocherente con ellos), cuando la empresa juzga el trabajo de sus empleados de manera transparente y justa y, sobre todo, cuando logra establecer canales de comunicación transversales que favorezcan el desarrollo profesional.
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Mediante la comunicación, el feedback y las evaluaciones de desempeño constructivas en las que todos puedan participar podremos eliminar miedos y crear un entorno que no se parezca en nada a Halloween!
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