El perfil de los empleados y las motivaciones que les estimulan están evolucionando más deprisa de lo que muchos creen y aun hay directivos y gestores de Recursos Humanos que no están listos para el gran cambio de filosofía que se dirige a nuestras oficinas para aparcar en nuestra puerta.
Ya no sólo los visionarios alertan del cambio de paradigma, cada vez son más los profesionales de la gestión de personas que apuestan porque el salto competitivo de sus organizaciones pase por una adecuada gestión del Talento adaptada a las nuevas necesidades.
Las organizaciones que prosperen serán las que pasen de la mera “declaración de intenciones” a la acción real llevando a cabo acciones como:
Liderazgo basado en la honestidad. Los entornos profesionales demandarán líderes reales que prediquen con el ejemplo y empoderen a sus equipos para que éstos desarrollen sus competencias. Las viejas estructuras piramidales irán desdibujándose para crear otras más horizontales donde se ponga de relieve el talento de sus miembros.
Gestión transparente del talento. Los nuevos profesionales ya no van a aceptar que se reconozca a los compañeros por lo bien que se lleven con el Jefe o por lo bien que se vendan a sí mismos durante el coffe-break. Si una organización quiere contar con los mejores empleados, tendrá que basar su criterio de reconocimiento en datos objetivos y conocidos por todos. Los planes de sucesión o las remuneraciones deberán estar basadas en la transparencia si queremos que sean respetadas y aceptadas por todos los miembros de la organización.
Evaluación de resultados y feedback continuo. Evaluar el desempeño sólo una vez al año es insuficiente, ahora las necesidades de los clientes requieren de acciones inmediatas y los que hacen sus sueños realidad no son otros que nuestros empleados. Ellos necesitan feedback instantáneo que les empuje a mejorar, mediante gratificaciones inmediatas y aprendizaje continuo.
Flexibilidad. La necesidad de un entorno laboral flexible, donde sus miembros se sientan libres para gestionar su tiempo y sus tareas, permiten que aspectos como la innovación y la creatividad encuentren su lugar. El presentismo del que aun pecan algunas organizaciones tenderá a desaparecer y el trabajo orientado a resultados será el que acredite la implicación de los empleados.
Canales de comunicación. Las reuniones presenciales serán cosa del pasado, pues los nuevos profesionales abrazan ya las nuevas tecnologías audiovisuales como canal preferente de comunicación. El impacto de las Redes sociales también condicionará la manera en que los empleados se relacionan entre sí. Incorporaremos herramientas ágiles y prácticas que resuelvan necesidades específicas y que den la posibilidad a los empleados de trabajar desde cualquier lugar, a cualquier hora.
Coordinación e información compartida. Del mismo modo que hoy día las actividades de ocio las organizamos on-line, sea cual que sea el lugar donde nos encontremos, empezaremos a hacer lo mismo con nuestras actividades en el trabajo. Todos sabremos lo que hacen nuestros compañeros y ellos podrán no sólo conocer lo que hacemos nosotros, sino aportar sus ideas a nuestro trabajo. Herramientas colaborativas ya no son ciencia ficción. Ahora, a las empresas que no usan ninguna ya empezamos a verlas como “bichos raros”. Lo mismo sucederá con todo lo demás...
La pregunta es: ¿qué ocurrirá con los que no se adapten?