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8 de septiembre de 2015


Rocío ValenzuelaRocío Valenzuela
Product Manager de Hrider

¿Ayudas a tus empleados a dar lo mejor de si mismos?

Aunque hoy todavía quedan algunos que puedan pensar que la motivación que empuja a un profesional es algo que recibimos por ciencia infusa, ya casi nadie cree que las organizaciones no tengan nada que ver en el desarrollo de este factor.

Afortunadamente, no sólo las teorías de management tienen puesto el foco en cuáles son los aspectos fundamentales necesarios para que un equipo alcance un alto nivel de motivación y, por ende, un alto desempeño. Ahora, muchos estudios científicos están empezando a divulgar aspectos psico-sociales que están dando un giro a las creencias que teníamos sobre motivación y rendimiento profesional.

Las conclusiones de estudios como los de Sam Glucksberg (Princeton University), Dan Ariely (Duke, MIT) o Bernd Irlenbusch divulgados por autores como Daniel H. Pink nos recuerdan que las empresas son responsables de crear los entornos necesarios para que los empleados se desenvuelvan en entornos en los que puedan dar lo mejor de si mismos y encontrar las motivaciones que les lleven a desarrollarse profesionalmente.

Debemos empezar a relativizar el punto de vista simplista de que un bonus o una comisión conseguirán que un profesional consiga un objetivo, pues estos científicos evidencian que estos factores condicionantes funcionan en algunas circunstancias, pero si lo que necesitamos es agudizar habilidades conceptuales como el pensamiento o la creatividad (todas aquellas que no pueden ser automatizadas) necesitaremos mucho más que una gratificación monetaria.

En la Economía del Conocimiento, ya no basta con retribuir a alguien, sino que debemos asegurarnos de que en las empresas se desarrollen otras competencias relacionadas con la intuición o la creatividad. Este tipo de motivaciones intrínsecas tienen el poder de que que una persona pueda desarrollarse incluso por encima de sus propios límites o lo que ella misma pensaba, pero son las organizaciones las responsables de generar un entorno, una cultura, unos procesos que no paralicen sino que impulsen el talento y lo dejen fluir.

Lo que debemos conseguir en la gestión de personas es plantear un reto, un desafío, y, por supuesto, reconocimiento por los logros y aportaciones al equipo.

Establecer y medir objetivos que el empleado sea capaz de alcanzar o superar favorecerá su compromiso y afiliación mientras que ignorar su desempeño será casi tan malo como triturar sus esfuerzos ante sus narices. En cambio, si simplemente ponemos algo de atención en el trabajo que ha hecho, incrementamos radicalmente su motivación.

Hoy día son los propios profesionales los que deciden cuanto esfuerzo, atención, importancia y grado de conexión sienten con su trabajo. No lograremos ninguno de estos aspectos con el truco de la zanahoria.

Aunque todavía haya directivos que sigan pensando que motivación y salario son lo mismo, la realidad es que hay que añadirle un sentido al trabajo que hacemos, un desafío individual por mejorar nuestras competencias, encontrar un sentido de pertenencia, una identidad, el orgullo de participar en un proyecto que realmente aporte algo a nuestras vidas, etc.

Si ponemos foco en estos aspectos y tenemos en cuenta cómo podemos estimularlos en nuestros lugares de trabajo, conseguiremos que las personas sean más productivas y más felices.