Capacidad que tiene una empresa de que sus empleados se mantengan implicados y con su máximo rendimiento, para conseguir los objetivos empresariales que han sido marcados por la organización.
Actualmente, muchos estudios científicos están empezando a divulgar aspectos psico-sociales que están dando un giro a las creencias que teníamos sobre motivación y rendimiento profesional.
Las conclusiones de estudios como los de Sam Glucksberg (Princeton University), Dan Ariely (Duke, MIT) o Bernd Irlenbusch divulgados por autores como Daniel H. Pink nos recuerdan que las empresas son responsables de crear los entornos necesarios para que los empleados se desenvuelvan en entornos en los que puedan dar lo mejor de sí mismos y encontrar las motivaciones que les lleven a desarrollarse profesionalmente.
Debemos empezar a relativizar el punto de vista simplista de que un bonus o una comisión conseguirán que un profesional consiga un objetivo, pues estos científicos evidencian que estos factores condicionantes funcionan en algunas circunstancias, pero si lo que necesitamos es agudizar habilidades conceptuales como el pensamiento o la creatividad (todas aquellas que no pueden ser automatizadas) necesitaremos mucho más que una gratificación monetaria.
Establecer y medir objetivos que el empleado sea capaz de alcanzar o superar favorecerá su compromiso y afiliación
Ya no basta con retribuir a alguien, sino que debemos asegurarnos de que en las empresas se desarrollen otras competencias relacionadas con la intuición o la creatividad. Este tipo de motivaciones intrínsecas tienen el poder de que que una persona pueda desarrollarse incluso por encima de sus propios límites o lo que ella misma pensaba, pero son las organizaciones las responsables de generar un entorno, una cultura, unos procesos que no paralicen sino que impulsen el talento y lo dejen fluir.